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El pensamiento negativo es ese autosabotaje que nos hacemos. Es un lastre poderoso e invisible que nos limita. Es esa voz machacona, criticona, pesimista y derrotista que mina nuestra confianza, sabotea todos nuestros esfuerzos y nos impide avanzar y alcanzar nuestras metas.

Para los adultos que retoman sus estudios, comprender y desactivar esa vocecita punitiva que nos entorpece es fundamental en el camino del aprendizaje contínuo y el crecimiento personal.

El pensamiento negativo es algo más que tener un mal día, o una sensación de desazón desagradable. Es un patrón persistente de diálogo interno, que colorea de negro la percepción que tenemos de nuestras capacidades y del mundo que nos rodea.

El pensamiento negativo se enmascara de mil maneras diferentes, reconocerlas es dar un primer paso para tomar consciencia de su presencia e identificar ese pensamiento negativo para poder neutralizarlo.

Es una autocrítica muy severa, como un juez interno implacable que señala constantemente nuestros errores y carencias, nuestros fracasos basados en estándares poco realistas y comprensivos. Es catastrofismo, anticipando el peor resultado posible de entre todas la variables. Es generalizar de forma excesiva, pensar que por haber fallado en una tarea eres un inútil. Tener un filtro mental que sólo nos deja ver los aspectos negativos, rechazando los logros o comentarios positivos que hayamos podido recibir, lo cuál no nos permite reconocer nuestro mérito. Es un lector de mentes ajenas que sin tener evidencias reales, cree que sabe lo que piensan los demás, por supuesto de forma muy negativa. Son los debes y tengo, el pensamiento negativo impone reglas rígidas sobre cómo debemos comportarnos, tanto nosotros como los demás, generando mucha frustración y resentimiento. El pensamiento negativo es un etiquetador, «soy un fracasado» en lugar de «esta vez cometí un error».

El pensamiento negativo tiene un impacto negativo en la educación de adultos. Es particularmente insidioso, ya que se suma a las presiones y desafíos que han de afrontar los estudiantes adultos. Mina nuestra confianza, con la constante autocrítica, genera estrés y ansiedad, una preocupación excesiva por el rendimiento, que aumenta nuestros niveles de ansiedad. Sabotea nuestra motivación, creemos que nuestros esfuerzos serán inútiles para estudiar, completar las tareas y perseverar ante el reto. Limita nuestro potencial creando barreras mentales, que nos impiden explorar nuevas oportunidades de aprendizaje y alcanzar nuestro máximo potencial. Afecta a nuestras relaciones, pues nos convertimos en personas pesimistas y estamos irritables. Nos hace más vulnerables a cualquier contratiempo que pueda ocurrir y reduce nuestra capacidad de ser resilientes ante un «fracaso temporal».

Cómo neutralizar ese pensamiento negativo, para liberarse, hay que tomar consciencia y poner en práctica algunas estrategias como las siguientes: Tomar consciencia y monitorear los pensamientos, ser conscientes de nuestro diálogo interno, hay que cuestionar y desafiar esos pensamientos negativos haciéndose preguntas y reemplazar ese pensamiento por uno más realista, positivo y constructivo.

Al desactivar ese pensamiento negativo podremos desbloquear nuestro verdadero potencial y encarar el aprendizaje con determinación y éxito.

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