La soledad le vino como anillo al dedo una vez la probo. No es que no amara a su marido cuando vivía. Pero no fue ni mucho menos como le decían todos los que la tenían pena por haberse quedado viuda a los treinta y cinco años. Si amo a su marido, nunca le dio ningún motivo de peso para dejar de amarlo. Pero cuando se quedo viuda, supo por primera vez en su vida lo que era la soledad. Venía de una familia numerosa, así que nunca tuvo mucha intimidad. Tomar una excendencia en su trabajo fue una buena idea, gracias a su amiga Laura, tan inteligente. Tenía que agradecerselo de alguna manera, pues esa visión que tuvo ella, le abrió las puertas de un mundo hasta ahora desconocido, el de tener tiempo para uno mismo. Al principio fue aterrador, no tenía ni la más remota idea de que hacer con las horas interminables de un largo dia que se le presentaba como vacío y carente de sentido. Sin rumbo fijo, ni brujula que la guiara. Los quehaceres diarios apenas la llenaban unas pocas horas, y que hacia el resto de tiempo? Pues paso semanas sentada en la cama o en una silla mirando al vacío y sin poder pensar en nada en concreto, divagaba. Se le olvida encender la calefacción, o hacer una llamada, estaba ensimismada, como fuera de la realidad.
Poco a poco fue probando a hacer pequeños projectos, dar un largo paseo por el parque recíen inaugurado en su barrio, fue uno de los primeros. Ese dia marco el principio del fin de su vida como la conocía hasta ahora. Un antes y un despúes, como una frontera que había sido por fin capaz de cruzar a pesar el miedo a vivir la propia vida. Ahora sólo se tenía a si misma, su tiempo era suyo, no tenía que complacer a nadie, ni cuidar de nadie. Todo era yo. Eso fue al principio lo que la descoloco. Pues pensó que era yo ? Quién era cuando decía yo ? Su amiga Laura psicóloga, fue de gran ayuda. La guío con sumo cuidado y detalle a través de una experiencia vital que la había desbordado. No fue la pérdida, ni la ausencia lo que la turbo tanto. Fue el hacerse consciente de golpe de su propia presencia en el mundo.
Su marido la había dejado bien situada económicamente, era arquitecto, no famoso pero si reconocido en su provincía. En cierta forma era algo popular, era la mujer de. En el entierro al que acudierón decenas de personas, vió desfilar ante sí un montón de caras unas más familiares y otras más desconocidas que le daban el pesame. Aguanto como pudo ese dia, hasta que al llegar a casa pudo llorar a gusto. Fue la única vez que lloro la muerte de su marido. Lo amaba pero algo con mucha fuerza en la vida la había atrapado y se dejo llevar.
Su segundo proyecto fue cambiar de sitio los muebles de su casa, nunca la había convencido la distribución de Arturo, su marido. Tuvo que contratar a un mozo para que la ayudara a mover los pesados muebles del comedor. Ese dia fue memorable, un fuertudo jovenzuelo, descarado y pícaro la miro con deseo y ella lo sintió en cada uno de los poros de su piel. Fue un sentimiento contradictorio no le gusto nada el descaro con el que el chico se la miraba, parecia que se relamía con los ojos al recorrer con su mirada su cuerpo. Fue algo totalmente novedoso, para ella. No le gustó pero la hizo sentirse viva. Muy viva. Llena de vida. Ese fue el segundo gran impacto, darse cuenta de ella si seguia viva y tenia que salir adelante en una sociedad que ahora la trataba con una mezcla de envidia y lástima que no llevo nada bien durante sus dos primeros años como viuda. Luego se volvío sabía. Gracias otra vez a Laura, empezó a leer, primero los libros que encontró en casa, luego los de la biblioteca y luego los que ella misma se compro, por primera vez en su vida. Gastaba su dinero en algo que ella quería sin dar explicaciones a nadie. Poco a poco las ideas de los libros fuerón calando en su mente y empezó con su otro gran proyecto. Haría un viaje, a la playa, siempre le había gustado. Y ella vivía en una ciudad interior donde no había costa. Laura también la aconsejo, salir todos los días, aunque lloviera o hiciera frio y se acostumbro a dar largos y solitarios paseos. Entonces empezó a fijarse en poco a poco en como era el entorno que la rodeaba, una pareja de ancianos cogidos de la mano volvía a casa con una pequeña bolsa de la compra, más lejos, una pareja discutía por los hijos, una adolescente con la música a todo volumen en sus auriculares. Para ella era todo nuevo. Nunca había tenido la oportunidad de pasear sin mirar el reloj, sin importar horarios de comidas o horarios de sus familiariares. Que sola la habían dejado penso, pero su marido la había dejado bien colacada, como la decían en casa con cierta rabia, y eso los distanció. Ella ahora tenía otro estatus, como le decían. Ella no comprendia muy bien todo aquello, estaba muy verde en cosas mundanas, a sus treinta dos años, no sabía de la vida. Otra vez Laura intervino para aconsejarla para que no le hiciera mella en su ánimo el ver que los demás la envidiaban por su posición económica. Era el tipo de persona que no había tenido carencias pero tampoco era el tipo de persona ostentosa, que se vanagloria ante los demás de sus posesiones materiales.
Al principio no entendió que era lo que les provocaba tal rabia, pero al final después de muchas tardes de ganchillo delante de la tele donde rumiaba sin parar sobre todas las cosas que le ocurrián en su nueva vida, percibió que era. Envidiaban su libertad.
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